Hay veces en las que tenemos que reconocer que la estupidez se hace persona con nosotros. Que la ingeniudad es verdaderamente ingenua, y nunca reconocida por uno mismo en el mismo instante.
Hay veces en las que nos paramos a pensar, y dejamos en pausa este mundo que no para de girar y comenzamos a razonar el por qué tenemos la cabeza entre los hombros, en por qué 2 ojos y no 3 o 1, en porque 2 pies y no 4...en por qué cuando estamos felices sentimos ese cosquilleo que nos hace sentir agustos y capaces de quedarnos de esa manera como si nos congelasen. Ese instante en el cual sientes la misma felicidad que sentiste hace tiempo y que hace unos días te morías de rabia por haberla perdido, por habértela robado el tiempo, y entonces tiemblas al pensar que ese minuto de felicidad se irá, que tendrás que esperar al día siguiente para sentirla de nuevo.
Hace tiempo dije que para ser feliz a veces hay que ser ingenuo en esta vida y no pensar en el dolor pasado para intentar no tenelo en el presente, pues lo único entonces que lograremos es ser infelices. Pieno que el mundo está mal hecho.
La perfección está embuelta en una capa oscura de incertidumbre, soledad e imperfección.
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