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miércoles, 22 de diciembre de 2010

Run away

Sentir la necesidad de huir. Sentir que necesitamos ir a un lugar lejano y diferente, donde nos podamos encontrar a nosotros mismos, donde podamos tener el silencio suficiente y la calma necesaria para poder escuchar nuestros propios latidos del corazón y entonces sentirnos vivos. Sentir que la rutina no nos quita la vida; no dejamos de ser persona aunque lo parezca, aunque sintamos que ésta se apodera de nosotros y nos maneja cada segundo. 
Ir a un lugar donde podamos escuchar el ruido de las olas, y que al cerrar los ojos podamos sentir la brisa del mar sobre nuestro cuerpo, la cual agite nuestros pelos y los dejen jugar con el viento imitando el movimiento de las olas que se describen en la superficie del mar. Sentir como se hunde la arena dejando marcadas nuestras huellas, aquellas que serán borradas por el mar unos minutos después. 
También huir a un lugar arropado de ambiente, de gente la cual nos hace sentir abrazados y nos dan calor en estos días de frío y heladas. Donde nos sentimos sin rumbo entre la multitud, donde nadie se molesta de observarnos, donde nadie se preocupa de hacia donde vamos ni cual es el por qué de nuestro destino. 
La necesidad de sentirnos libres nos llega de vez en cuando, cuando nos creemos dueños de nosotros mismos y nos vemos motivados a liberarnos de esa rutina que nos traiciona, la cual no nos deja ver lo bonito de cada día, la tranquilidad que tenemos algunas horas y el extrés tan estúpido que nos aparecen en otra tantas. 
Sentir que la vida no nos llena nos colma de inseguridades y negatividad que nos arrastra a la debilidad donde todo parece ser más fácil ya que todo se basa en la ley del mínimo esfuerzo.

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